Expressa’t: De la enseñanza bilingüe
Un nuevo curso escolar acaba de empezar y, con él, se inicia una nueva etapa expansiva de la “enseñanza bilingüe” en las diferentes CC. AA. y, en particular, en la de Madrid. Y ante los resultados insatisfactorios que se están obteniendo con esta enseñanza, los padres, informados y responsables, se habrán preguntado, una vez más, qué enseñanza es la mejor para sus hijos: ¿la bilingüe o la tradicional monolingüe (en español)? Algunos, como Javier Marías (2015), ya han afirmado categóricamente que la publicitada “enseñanza bilingüe” (español/inglés), impartida en España, no es “ni bilingüe ni enseñanza”. Por eso, se puede decir que, a pesar de la etiqueta de esta enseñanza, no es oro todo lo que reluce.
En España, con la enseñanza bilingüe “español/inglés” se pretende que el español y el inglés sean, al mismo tiempo, objetos de estudio e instrumentos de enseñanza-aprendizaje de contenidos no lingüísticos. Empezó su andadura, en el curso 2004-2005, en 26 colegios públicos de la Comunidad de Madrid. Hasta esta fecha sólo se impartía en ciertos colegios privados. Y desde entonces, esta enseñanza se ha ido generalizando poco a poco en esta comunidad, hasta el punto de que, en 2016, ya es ofrecida por casi la mitad de los colegios (359 de los casi 800 centros) y por más de un tercio de los institutos (135 de los 315). Además, este tipo de enseñanza también se ha ido implantando, progresiva y paulatinamente, en los centros públicos y concertados de las otras CC. AA. de España, que han seguido el ejemplo de Madrid.
Esta enseñanza bilingüe fue el resultado de una ocurrencia-promesa de Esperanza Aguirre durante la campaña electoral de 2003, que la catapultó a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Con esta promesa, la Sra. Aguirre pretendió ganar votos, al tiempo que terció en el debate sobre la inmersión lingüística de la Generalidad de Cataluña, que seguía implantado la enseñanza monolingüe en catalán, eliminando todo rastro de “enseñanza bilingüe español/catalán” e incumpliendo, para más inri, tanto la legislación en vigor como una serie de sentencias judiciales. Por otro lado, ofreció a los catalanohablantes, residentes en Madrid, la enseñanza bilingüe español/catalán, que era y es negada a los hispanohablantes en Cataluña. Y, finalmente, con la propuesta bilingüe (español/inglés), la Sra. Aguirre pretendió hacer frente al fracaso secular de la enseñanza tradicional de las lenguas extranjeras y, en particular, del inglés, en España. ¡Loable objetivo, digno de ser apoyado!
Al ganar las elecciones, la Sra. Aguirre se vio obligada a improvisar la enseñanza bilingüe, al no disponer de los medios necesarios, en particular de los humanos, para llevarla a cabo. En efecto, no se disponía y aún no se dispone de un profesorado formado y competente para impartir una enseñanza del inglés y, sobre todo, de contenidos no lingüísticos en inglés. Éste fue, desde un principio, el talón de Aquiles de la enseñanza bilingüe en la Comunidad de Madrid. Se ha pretendido conquistar Troya (convertir a los jóvenes madrileños en bilingües y poner fin al tradicional analfabetismo lingüístico en lenguas extranjeras), sin disponer de los docentes para conseguirlo.
La conquista de Troya fue precedida por 10 años de cerco, que acabaron cuando los griegos utilizaron la estratagema del “caballo de Troya”. La enseñanza bilingüe en la Comunidad de Madrid lleva en marcha también un poco más de 10 años y los resultados positivos se resisten, tanto en lo que se refiere a la competencia en inglés como en lo relativo al aprendizaje de conocimientos curriculares por parte de los alumnos. Es decir, no es “ni bilingüe, ni enseñanza”, Javier Marías dixit. Es evidente que no se puede enseñar aquello que no se conoce o se conoce mal o se conoce a medias; o, como dice el refrán, no se pueden pedir peras al olmo. Por eso, o se construye un nuevo “caballo de Troya”, henchido de profesores formados (tanto desde el punto de vista lingüístico y didáctico como en las materias que van a enseñar en inglés) o la conquista del bilingüismo español/inglés tendrá que esperar aún durante mucho tiempo o se alcanzará ad calendas graecas.
Ahora bien, un profesorado capaz de enseñar el inglés y contenidos curriculares en inglés no se consigue de la noche a la mañana, ni con estancias de tres meses en Irlanda o con cursos intensivos de inglés de tres meses o con unas jornadas de formación de fin de semana. Estos medios no parecen proporcionados ni adecuados a los ambiciosos objetivos perseguidos. Con estos medios no se puede dotar a los profesores de unos “savoirs” lingüísticos y curriculares en inglés; de unos “savoir-faire” didácticos, para impartir una enseñanza del y en inglés; y de unos “savoir-être”, para interactuar en inglés en unas clases, donde hay alumnos que dominan el inglés mejor que el profesor.
La deficiente enseñanza-aprendizaje de las lenguas extranjeras no es un problema exclusivo de España. Interesa, ocupa y preocupa tanto a los distintos países de la Unión Europea como a las autoridades europeas. Por eso, la “enseñanza bilingüe” o “multilingüe” debería ser un proyecto y un objetivo europeos, para poder pasar de la “Europa de los mercaderes” a la “Europa de los ciudadanos” y, así, hacer avanzar la construcción de los futuros Estados Unidos de Europa y dotarla de cimientos sólidos. Es una verdad de Perogrullo que el ciudadano europeo y la Unión Europea serán multilingües o no serán. En efecto, la tan cacareada libertad de circulación de mercancías, de productos financieros y de personas es sólo una realidad cuando nos referimos a las mercancías y al dinero, pero no a las personas.
La libertad de circulación y de establecimiento en cualquier país de la U.E. es, por el momento, un simple derecho retórico, que no puede ser ejercido por los europeos. En efecto, al final de la etapa de formación, si los jóvenes titulados y/o los profesionales no son “plurilingües” o al menos “bilingües” y, por lo tanto, no dominan la lengua del país donde quieren echar raíces profesionales, laborales o familiares, no podrán ejercer este derecho. En los años 70 del siglo pasado, las autoridades comunitarias tomaron conciencia del hecho de que todo nuevo progreso en la integración y la construcción europeas estaba condicionado por el aprendizaje de las lenguas de los distintos países que la componen. Pero, a pesar de esto, no han hecho nada determinante ni eficaz para conseguirlo. Por eso, no es una casualidad que la construcción de la U.E. esté empantanada y en peligro de descomposición (cf. el Brexit, el renacimiento de los nacionalismos, etc.), a causa de los numerosos problemas que arrastra, entre otros motivos, también debido a la falta de comunicación entre los que deberían ser ciudadanos de los EE. UU. de Europa.
Antela importancia de la política lingüística en la construcción de la “Europa de los Ciudadanos” y ante las expectativas creadas por la enseñanza bilingüe en España, no quiero contentarme sólo con levantar acta del fracaso de esta enseñanza, tanto en España como en los distintos países de la Unión. Hay soluciones para conseguir una enseñanza bilingüe o multilingüe eficaz, que sirva de argamasa y de cimiento sólido en la construcción de la Europa Unida. Entre ellas, quiero apuntar sólo una, sugerida, en 1996, por el lingüista francés Claude Hagège*.
Ante la penuria de profesorado formado para impartir una enseñanza bilingüe, este profesor del Collège de France propuso una solución novedosa y radical, para ser aplicada inmediatamente en el conjunto de la Unión Europea. Según él, si el multilingüismo debe estar en la base de la consolidación de la Unión Europea, la iniciativa que hay que tomar es clara: impulsar y llevar a cabo “una política paneuropea de intercambios temporales masivos de maestros [y profesores], de una país de Europa a otro”, para que enseñen tanto su lengua materna como contenidos curriculares en dicha lengua. Esta estancia temporal en otro país convertiría a los profesores en bilingües y, entonces sí, podrían enseñar una lengua y en una lengua extranjera al regresar a casa. Se trata de una medida revolucionaria, pero muy operativa y funcional, y no más onerosa que la solución actual. Así, a corto o medio plazo, todos los sistemas educativos europeos podrían disponer de un profesorado dominando la lengua que enseñan y en la que enseñan. Para algunos esta medida puede ser tildada de utópica aunque, como escribió Víctor Hugo, no debemos olvidar que “la utopia de hoy será la realidad de mañana”.
Hasta ahora, los “maestros Ciruela” de la casta política española y europea han hecho oídos sordos a la razonable y razonada propuesta de Cl. Hagège. Esto denota que gestionan la “res publica” y toman decisiones sin saber lo que se traen entre manos y, lo que es más grave, sin rodearse de especialistas y profesionales que les asesoren sobre las medidas que se deberían tomar.
Artículo de Manuel I. Cabezas.