El futuro de esta crisis II. El mercado bajista de los recursos naturales.

En el artículo anterior dejábamos escrito que el previsible e inevitable estallido de la burbuja inmobiliaria y de infraestructuras de China provocaría, con muy alta probabilidad, la bajada de las cotizaciones de buena parte de los recursos naturales que China consume de forma masiva. En especial este fenómeno incidirá en los recursos usados en la construcción, carbón, acero, petróleo aluminio, tal vez cobre. Ya sean de uso directo o indirecto. También alertábamos sobre la gran probabilidad de que los propaganditas habituales del sistema capitalista de libre mercado sostuvieran, a partir de ahí, la tesis de que el problema de la creciente escasez de recursos quedará, de este modo, regulado por el mercado.

Quienes consideramos que la crisis actual es básicamente una crisis de tipo ecológico causada por la insostenibilidad de las tasas actuales de consumo de recursos y la imposibilidad (todavía más acuciante) de aumentarla como requiere el propio sistema, debemos prepararnos para desmentir estas afirmaciones. Es necesario considerar que los precios monetarios de los recursos no son una referencia en cuanto a su disponibilidad en los mercados. Ya en el 2009 la brusca caída del precio del petróleo a menos de un tercio de su valor previo a la crisis hizo afirmar a algunos que la tendencia estructural alcista de su precio quedaba revertida por el mercado. Sin haber salido de la crisis, los precios actuales han recuperado prácticamente el nivel previo al estallido de la crisis desmintiendo la teoría. Cuando un recurso se hace escaso, por lo que hemos visto hasta ahora en los mercados, las oscilaciones en su precio son muy fuertes tanto al alza como a la baja puesto que cuando la demanda es ‘normal’ (en la normalidad del capitalismo industrial consumista) el precio no puede dejar de subir al no existir oferta suficiente. En cambio cuando la demanda cae se desploma de forma absoluta porque el uso de dicho recurso llega a ser antieconómico en muchos casos del uso considerado ‘normal’ en el sistema.

Existe la creencia de que las innovaciones tecnológicas mejoran la disponibilidad de los recursos, este argumento se basa en que durante cien años (de 1900 a 2000) el precio de los recursos siempre ha tendido a la baja debido a las mejoras en los procesos de extracción. No obstante, entre 2000 y 2010 los recursos naturales en su conjunto volvieron a subir todo lo que habían bajado durante 100 años y aun algo más. Esto sucede porque las innovaciones tecnológicas no mejoran la disponibilidad de ningún recurso a largo plazo sino, tan solo, su ritmo de extracción. Esto hace que las inversiones en dichas innovaciones lleguen, en un punto determinado, a ser antieconómicas puesto que extraer más rápido un recurso escaso conlleva gastar más dinero y, en cambio, disminuir su precio. En la base de este dilema hay hechos como la expropiación de YPF por parte de Argentina (y de casi todas las petroleras por parte de los países productores) ya que, en el mercado libre, se llega a un punto en que las petroleras simplemente no invierten.

Esta realidad nos lleva a una conclusión rechazada por el liberalismo y a la que muchas personas de izquierdas y muchos ecologistas tampoco están acostumbrados: En la crisis ecológica el progreso tecnológico no supone ninguna solución sino que agrava el problema. La tecnología solo nos sirve de ayuda si nos planteamos primero qué tecnologías queremos utilizar, con qué fin y cómo. Por tanto, lo esencial es la política. Conviene que no nos olvidemos.

Es posible que la bajada de precios en estos recursos sea motivo de que algunos países económicamente más fuertes pretendan relanzar su crecimiento económico con la base del consumismo, por ello es posible que, en algunos ámbitos, el estallido de la burbuja china se perciba como positivo al considerar que esto mejorará la disponibilidad de recursos al dejar China de consumirlos masivamente. Incluso si esto hace disminuir la urgencia en la necesidad de afrontar el problema del escesivo consumo de los recursos será muy negativo que esta situación pueda contribuir a tapar el problema de fondo con la presunta regulación por parte del mercado del problema. En cuanto a los recursos naturales es necesario olvidarse de los mercados y los precios nominales (a no ser que se dedique uno a especular). Para calibrar la disponibilidad de un recurso se hace necesario considerar la disponibilidad total del mismo y el ritmo de extracción. Es la economía la que se condiciona a estos ritmos y no al revés. El verdadero coste de un recurso debe medirse en los recursos (sobre todo energéticos) que se gastan en extraerlo y no en el precio monetario. En la extracción de cualquier recurso, en un mina, un pozo petrolífero, etc. siempre se cumple una ley: cada tonelada es más difícil de extraer que la anterior tanto si el precio monetario lo refleja como si no.

Por estos motivos se hace necesario que, incluso asistiendo al abaratamiento probable de los costes monetarios de determinados recursos no renovables, huyamos de cualquier argumentación venida desde la derecha o la izquierda que plantee una salida de la crisis en base al aumento del consumo. Debemos estar preparados puesto que políticas de este tipo pueden proponerse tanto desde la liberalización de mercados como desde las medidas de estímulo público haciendo parecer que exista una contradicción entre concepciones ideológicas cuando, en realidad, se está proponiendo lo mismo. Por muy tentador que pueda parecer que algunos países recuperen el crecimiento económico a partir del estancamiento o la caída de otros países es necesario considerar que esto no resuelve en nada el problema ecológico y, además, no es justo, incluso si fuera posible. Además, considerar que el estallido de la burbuja china pueda ser positivo por las inevitables reducciones de consumo de carbón, acero, petróleo, etc. que va a conllevar parte de ignorar la interrelación de la economía de China con todo el resto del mundo. En el caso de la Unión Europea, por ejemplo, la balanza comercial con China es positiva. A pesar de la imagen que tengamos lo cierto es que China nos compra más de lo que nos vende.

Por tanto, se hace necesario que programemos el decrecimiento económico incluso si en los próximos meses la disponibilidad de ciertos recursos naturales parece no ser el problema que realmente es. El ejemplo de China muestra que la capacidad para reducir consumos de recursos naturales supérfluos es enorme puesto que gran cantidad de ellos se invierten en burbujas especulativas derivadas de la construcción de inmuebles o infraestructuras no necesarias. En esto España ha sido también un magnífico ejemplo. Por tanto, es posible planificar un decrecimiento en el uso de los recursos naturales sin que ello tenga que tener una afectación directa en los niveles de vida.

Jorge Haro.

Comparteix: